//Por: Mariana Herrera//

Durante gran parte de mi niñez y adolescencia mis películas favoritas eran las románticas; aquellas donde el amor verdadero se hacía presente en la forma de joven alto, guapo y emocionalmente distante. 

Para mis amigas era lo mismo, estábamos acostumbradas a fantasear con aquel ser amado que, a través de grandes “gestos románticos”, como robarnos un beso, insistir constantemente para salir con ellos hasta que dijéramos que sí o celarnos de cualquier otra figura masculina en nuestras vidas, nos haría saber que éramos merecedoras de amor y de atención. Algunos años pasaron para que nos diéramos cuenta que esos grandes gestos románticos en realidad tenían un nombre distinto y eran una forma de violencia.