Hubo un día en el que nació en mí el miedo y la ansiedad, de ahí conocí la tristeza, era una niña de 7 años, en casa vivían unos “pupilos”, un día mis padres nos dejaron “un ratito nomás” a mi y a mi hermana de tres años a cargo de uno de los pupilos, Juan (el pupilo), me dijo que jugaríamos juntos y nos divertiríamos, fue acercándose con canciones para niños a mi cuerpo y con una canción de la hormiguita y del gusanito me iba guiando a tocar sus partes íntimas, yo no me sentía cómoda, tenía miedo… algo en mí me decía que eso no estaba bien, sin embargo mis padres nunca me hablaron de sexo, mucho menos de límites corporales, mis padres decían que la mujer debía ser virgen hasta el altar, según ellos mi valor dependía totalmente de aquello a lo que llaman virginidad.

Después lo supe, fue abuso sexual, en ese momento yo no sabía qué nombre ponerle, me traumatizó, no pude decir a mis padres lo que estaba sucediendo, aquél “hombre” se aprovechó sexualmente de una niña de 7 años, no conforme con eso me manipuló psicológicamente para que no dijera nada, metiéndome temor de que mis padres se enterarían y me rechazarían por ello.

En la escuela me fui convirtiendo en la niña loca, la niña rara, no tenía amistades, prefería estar sola. Cada vez que oscurecía comenzaba mi ansiedad hasta que rompía en llanto, apenas tenía siete años. Mis
lágrimas eran hacia adentro, trataba a como diera lugar que mi madre no se diera cuenta, pero una noche fue inevitable, no soporté, le conté todo a mamá, ella se quedó un rato en silencio y me preguntó si estaba yo segura de lo que había pasado…se lo dije, pero ella no me creyó.

Hoy soy una mujer adulta, la música se ha convertido en mi terapia, un medio liberador, por eso canto: “te traigo mil estrellitas mi niña, son para ti, también para mi, la niña que fui, la niña que soy, la niña que canta esta canción”. Siempre recuerdo y canto “no quiero que seas perfecta mi niña, quiero que seas feliz, quiero que seas feliz, abrazarte con dulzura mi niña, llenarte de amor y de compasión y si piensas cubrir expectativas de los demás: ¡ay ni lo pienses niña, suéltalo ya!…

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