Columna x 2

Qué valga 

Te escribo para ver si pongo orden aquí. A ver si esta columna sostiene y contiene mi tristeza. 

Una sensación de la pandemia que traigo a cuestas es la de tener muchos lutos acumulados. ¿Quién no? Y como suelo acomodar las cosas en triadas, duelo, y pena se le suman al luto. Si existen estás tres palabras, es porque no son lo mismo, aunque rebobinen en la misma circunstancia. He leído que el duelo y el luto suceden durante un periodo que se llama pena. Este periodo asociado comúnmente con la muerte de alguien, en realidad es una pérdida, y las hay de todo tipo, físicas y simbólicas. Eso sí, la pena, con mayúsculas, se refiere al tiempo cuando experimentamos tristeza después de perder a un ser querido. Así ando, he perdido a muchas personas. 

Ahora bien, el duelo se trenza con el luto. Pero, qué es cada uno de ellos. El duelo es una experiencia -y un proceso- personal, y por su lado, el luto es la manera en que se expresa el duelo y la pérdida en el ámbito público. 

Rituales religiosos, y podría estar influenciado por nuestros antecedentes étnicos y costumbres culturales. Nuestro luto puede ceñirse, alinearse, por completo al duelo que acompaña a quien murió, pero en una de esas, nada que ver, y nuestro luto requiera forjar su propio sendero. Lo escribe alguien que se suscribe atea –a ratos agnóstica- y que muchos sepelios me son liturgias ajenas y lejanas. 

Entre 2020 y 2021 he descubierto que, sí requiero de rituales de luto, como me duele no ver a los amigos y a la familia de quién partió, en esos momentos de tristeza honda, aunque no sea en estricto sentido la preparación para el funeral y el entierro. Lo que extraño terriblemente es la estructura colectiva en el proceso de duelo. No tenerlos me deja a la deriva, a solas con mi luto en cuarentena. Jamás creí que me fuera significativo estar en una sala funeraria, en un velorio, en un ritual de despedida. 

Ya para llegar al punto final, fíjate que he ido quitando de mi decir la frase: vale mucho la pena, y aunque no suena todavía natural, voy por la vida diciendo: vale mucho la alegría, por aquello de que lenguaje hace realidad. No sé, piénsalo, en una de esas nos llenamos de alegrías por y para aquellas personas que ya no están. 

Ana V. 


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